domingo, 8 de enero de 2017

CAPITULO DEL LIBRO "LA RAZÓN DE MI VIDA"

 ¡SI, ESTE ES EL HOMBRE DE MI PUEBLO!

Por Eva Perón:


"Pronto, desde los bordes del camino, los “hombres
comunes” empezaron a apedrearnos con amenazas, insultos y
calumnias.
Los “hombres comunes” son los eternos enemigos de
toda cosa nueva, de todo progreso, de toda idea extraordinaria y
por lo tanto de toda revolución.
Por eso dijo alguien “el hombre mediocre es el más
feroz y más frío enemigo del hombre de genio”.
Todo lo extraordinario es para ellos locura
imperdonable, fanatismo exagerado y peligroso.
Yo los he visto y los veo todavía mirándome
“compasivos” y “misericordiosos” con ese aire de superioridad
que los define...
Nunca entenderán cómo y por qué alguien puede hacer
una cosa distinta de la que ellos piensan ¡y nunca hacen nada
que no sea para ellos!
Lo vieron avanzar a Perón y primero se reían de él
creyéndole y aún diciéndole loco.
Pero cuando descubrieron que el loco incendiaba y que
el incendio se propagaba por todas partes y ya les tocaba en sus
intereses y en sus ambiciones, entonces se alarmaron y
organizándose en la sombra se juramentaron para hacerlo
desaparecer.
No contaron con el pueblo. Nunca se les había ocurrido
pensar en el pueblo ni imaginaron que el pueblo podría alguna
vez por sí mismo hacer su voluntad y decidir su destino.
¿Por qué los hombres humildes, los obreros de mi país
no reaccionaron como los “hombres comunes” y en cambio
comprendieron a Perón y creyeron en él?
La explicación es una sola: basta verlo a Perón para
creer en él, en su sinceridad, en su lealtad y en su franqueza.
Ellos lo vieron y creyeron.
Se repitió aquí el caso de Belén, hace dos mil años; los
primeros en creer fueron los humildes, no los ricos, ni los
sabios, ni los poderosos.
Es que ricos y sabios y poderosos deben tener el alma
casi siempre cerrada por el egoísmo y la avaricia.
En cambio los pobres, lo mismo que en Belén, viven y
duermen al aire libre y las ventanas de sus almas sencillas están
casi siempre abiertas a las cosas extraordinarias.
Por eso vieron y creyeron. Vieron también cómo un
hombre se lo jugaba todo por ellos. Yo sé bien cuantas veces él
apostó todo a una sola carta por el pueblo.
Felizmente ganó. De lo contrario hubiese perdido todo,
incluso la vida.
Yo, mientras tanto, cumplía mi promesa de “estar a su
lado”.
Sostenía la lámpara que iluminaba sus noches;
enardeciéndole como pude y como supe, cubriéndole la espalda
con mi amor y con mi fe.
Muchas veces lo vi, desde un rincón en su despacho en
la querida Secretaría de Trabajo y Previsión, él escuchando a
los humildes obreros de mi Patria, hablando con ellos de sus
problemas, dándoles las soluciones que venían reclamando
desde hacía muchos años. Nunca se borrarán de mi memoria
aquellos cuadros iniciales de nuestra vida común.
Allí le conocí franco y cordial, sincero y humilde,
generoso e incansable, allí vislumbré la grandeza de su alma y
la intrepidez de su corazón.
Viéndolo se me ensanchaba el espíritu como si todo
aquello fuesen cielo y aire puros. La vieja angustia de mi
corazón empezaba a deshacerse en mí como la escarcha y la
nieve bajo el sol. Y me sentía infinitamente feliz. Y me decía a
mí misma, cada vez con más fuerza: Sí, este es el hombre. Es el
hombre de mi pueblo. Nadie puede compararse a él.
Y cuando le veía estrechar las manos callosas y duras de
los trabajadores yo no podía dejar de pensar que en él y por él
mi pueblo por primera vez, daba la mano con la felicidad."

Atte: SOMOS PERONISMO 

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