EL ROL DE LOS DIRIGENTES SINDICALES:
“Los trabajadores no han contado siempre con buenos dirigentes
que buscaran el bien de la masa; muchos de ellos perseguían única-mente la satisfacción de su interés personal y dividían a los obreros en
sectas que no obedecían al gremialismo, sino a ideologías extraídas a
él. Estos verdaderos piratas del gremialismo han fomentado la lucha
ficticia, moviendo a partes del gremio contra los patrones en perjuicio
del conjunto y sólo en beneficio de ellos mismos.
Lo que no queremos es la lucha en medro de estos aprovechados. Por
el contrario, auspiciamos la unión de todos los argentinos.
Por eso es que les aseguro que, en las luchas gremiales argentinas, no han sido siempre los patrones los culpables, sino los propios obreros,
que han entregado a sus camaradas a esos audaces. Cuál es el remedio
a todo esto? Desde que yo estoy en esta casa, he buscado por todos los
medios la unión absoluta de los gremios. Y por esto dicen que yo soy
nazi. No me importa lo que puedan decir de mí, porque respondo de mis
actos ante un solo juez: mi conciencia. De manera que los que pretenden
molestarme endosándome motes más o menos desagradables pierden
totalmente su tiempo. Yo sé lo que busco. Yo sé lo que quiero. Yo sé
adónde voy.
Para nosotros, la unidad gremial es la base de todo; y nosotros defen-demos la unidad de cada gremio, porque necesitamos la representación
auténtica de un gremio para podemos entender.
No me sorprende que algunos quieran tener un sindicalismo político: un
sindicato socialista, un sindicato radical o conservador. Pero yo sé adón-de van: no a la defensa del gremio, sino a la defensa de los partidos.
He sostenido y sigo sosteniendo que todos los hombres que se ocupan
de un mismo trabajo deben agruparse en un sindicato, porque el sin-dicalismo debe ser gremial y no político ni religioso ni de ninguna otra
naturaleza.
Además, los sindicatos, cuando están unidos, son disciplinados. La disci-plina es un factor fundamental de la fuerza para que los obreros puedan
obtener mayores posibilidades de mejoramiento; siendo disciplinados,
pueden designar dirigentes que realmente los defiendan; dirigentes, no
sabios, sino honrados, porque en esto vale más la honradez que la sa-biduría.
Los dirigentes que deben interpretar a la masa no deben ser indivi-duos con preconceptos o ideologías foráneas que aprovechen a la masa
para poner en evidencia sus propias ideas. Es decir, hombres que pue-dan decirme: “Mi gremio piensa así”, y yo pueda creerles; y no hombres
que me digan: “Mi gremio piensa así”, y yo tenga que empezar a pensar
qué es lo que piensa realmente el gremio.
Los dirigentes deben ser personas serias, que vengan aquí con la misma
sinceridad y lealtad con que nosotros trabajamos; que tengan buenas
intenciones y no aviesos propósitos; que vengan a mostrar, como noso-tros desde hace ocho meses estamos ofreciendo, el corazón a quien lo
quiera ver. “
“En el orden político, por ejemplo, los argentinos entroncamos nues-tra Independencia con la Revolución, que nos presentó unidos. Desde
entonces, marchamos largos años en esa forma, presentando un frente
indestructible ante el enemigo común de nuestras aspiraciones. Pero tan
pronto ese enemigo dejó de estar en presencia y en potencia, los argen-tinos comenzamos a dividirnos: primero, entre los que aspiraban a una u
otra forma de gobierno; después, entre los unitarios.Ése fue sin duda el comienzo de todos nuestros males: la división en
banderías enconadas, que habrían de perpetuarse a través del tiempo y
de la historia; y la acción política posterior fue siempre de disociación.
Ya el pueblo argentino no volvió a sentirse unido, sino que fue un verda-dero campo de lucha entre fracciones políticas por la disputa del poder
y del gobierno. Esa lucha, como todas, fue inspirada por el odio, que es
factor de separación y de destrucción. No se guió por el amor, que es
factor de unidad y construcción.
La acción política ha de ser para amalgamar un pueblo jamás para sepa-rarlo, disociarlo y contribuir así a su propia destrucción interna. La misión
de la política es dar una cultura cívica al pueblo; jamás la de entronizar
como sistema un caciquismo político. Que haya argentinos enemigos de
los argentinos no puede ser sino una aberración del Estado.
La unidad nacional ha de cimentarse en otras anteriores: la de la
familia, la de las profesiones, la de los hombres que conviven, para ter-minar con la del Estado, que es la unidad nacional.
Sin esa unidad, ningún país puede desarrollar en el orden interno o ex-terno tareas constructivas, porque le falla su fuerza motriz original, que
es la que le da la unidad de acción, única fuerza que permite los grandes
esfuerzos y la consecución de los grandes objetivos. “
Sin esa unidad, ningún país puede desarrollar en el orden interno o ex-terno tareas constructivas, porque le falla su fuerza motriz original, que
es la que le da unidad de acción, única fuerza que permite los grandes
esfuerzos y la consecución de los grandes objetivos.”
Atte: SOMOS PERONISMO
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